Una moneda que aún no existía
A finales de los años noventa, Europa se preparaba para la llegada de una nueva moneda. Sabíamos que iba a reemplazar a monedas como la peseta… pero poco más. Ni siquiera estaba claro su nombre. Durante un tiempo se habló del “ECU” (European Currency Unit), una unidad contable ya utilizada en el sistema monetario europeo.
Diseño de prototipo de moneda de 1 ecu de Philippe Starck en 1996
No fue hasta el 16 de diciembre de 1995 cuando el Consejo Europeo decidió llamar “euro” a la nueva moneda común: un nombre breve, neutro y fácilmente reconocible en las distintas lenguas de la Unión. El símbolo gráfico —hoy tan familiar— no se presentó oficialmente hasta diciembre de 1996. Inspirado en la letra griega épsilon, pretendía representar a Europa y la estabilidad del sistema monetario, simbolizada por las dos líneas paralelas que lo atraviesan.
Sin embargo, para muchos diseñadores —entre los que me incluyo— esta estructura respondía más bien a una convención gráfica más amplia: la tradición de representar la moneda mediante signos atravesados por 2 barras. En aquel momento, el único símbolo universalmente asociado al dinero era el del dólar ($), presente en los teclados, en las tipografías y en el imaginario colectivo. Ese mismo sistema visual acabaría aplicándose también al euro, al yen, a la libra o incluso a nuevas monedas como el bitcóin (€, ¥, £, ₿).
Teclado máquina de escribir Valentine, diseñada para Olivetti por Ettore Sottsass y Perry King en 1968
Un cartel para un momento de cambios y preguntas
En ese contexto, el Gobierno de Aragón organizó una exposición en la Sala Goya, en el edificio de San Vicente de Paúl, acompañada de una serie de talleres sobre educación del consumidor dirigidos a niños y personas mayores. Su objetivo era ayudar a entender este nuevo escenario económico: cómo funcionaría la nueva moneda, cómo se haría el cambio, qué implicaciones tendría en la vida cotidiana.
El cartel que anunciaba la exposición y los talleres parte precisamente de esa confusión: un personaje humanizado partiendo del símbolo del dólar —el único que el imaginario colectivo asociaba entonces al dinero—, situado en el centro de la incertidumbre, rodeado de círculos concéntricos y coronado con un signo de interrogación. Una figura inmersa en un mar de dudas, en una encrucijada de significados sin resolver, con muchas preguntas y ninguna certeza.
Educación desde la infancia
La Dirección General de Consumo del Gobierno de Aragón promovía por entonces la educación del consumidor desde la infancia como herramienta clave para formar ciudadanos críticos y responsables. Se ofrecieron materiales didácticos a centros docentes y se propusieron actividades vinculadas a la vida cotidiana del alumnado, como estos talleres que conectaban economía, historia y ciudadanía.
Hoy, esta pieza gráfica forma parte de ese momento de tránsito, donde una sociedad entera se preparaba para adoptar una nueva forma de entender el valor. Antes del símbolo €, antes de que el euro existiera en nuestros bolsillos, el diseño fue también una forma de anticiparlo, de hacerlo tangible, de plantear preguntas.
Una moneda que aún no existía
A finales de los años noventa, Europa se preparaba para la llegada de una nueva moneda. Sabíamos que iba a reemplazar a monedas como la peseta… pero poco más. Ni siquiera estaba claro su nombre. Durante un tiempo se habló del “ECU” (European Currency Unit), una unidad contable ya utilizada en el sistema monetario europeo.
Diseño de prototipo de moneda de 1 ecu de Philippe Starck en 1996
No fue hasta el 16 de diciembre de 1995 cuando el Consejo Europeo decidió llamar “euro” a la nueva moneda común: un nombre breve, neutro y fácilmente reconocible en las distintas lenguas de la Unión. El símbolo gráfico —hoy tan familiar— no se presentó oficialmente hasta diciembre de 1996. Inspirado en la letra griega épsilon, pretendía representar a Europa y la estabilidad del sistema monetario, simbolizada por las dos líneas paralelas que lo atraviesan.
Sin embargo, para muchos diseñadores —entre los que me incluyo— esta estructura respondía más bien a una convención gráfica más amplia: la tradición de representar la moneda mediante signos atravesados por 2 barras. En aquel momento, el único símbolo universalmente asociado al dinero era el del dólar ($), presente en los teclados, en las tipografías y en el imaginario colectivo. Ese mismo sistema visual acabaría aplicándose también al euro, al yen, a la libra o incluso a nuevas monedas como el bitcóin (€, ¥, £, ₿).
Teclado máquina de escribir Valentine, diseñada para Olivetti por Ettore Sottsass y Perry King en 1968
Un cartel para un momento de cambios y preguntas
En ese contexto, el Gobierno de Aragón organizó una exposición en la Sala Goya, en el edificio de San Vicente de Paúl, acompañada de una serie de talleres sobre educación del consumidor dirigidos a niños y personas mayores. Su objetivo era ayudar a entender este nuevo escenario económico: cómo funcionaría la nueva moneda, cómo se haría el cambio, qué implicaciones tendría en la vida cotidiana.
El cartel que anunciaba la exposición y los talleres parte precisamente de esa confusión: un personaje humanizado partiendo del símbolo del dólar —el único que el imaginario colectivo asociaba entonces al dinero—, situado en el centro de la incertidumbre, rodeado de círculos concéntricos y coronado con un signo de interrogación. Una figura inmersa en un mar de dudas, en una encrucijada de significados sin resolver, con muchas preguntas y ninguna certeza.
Educación desde la infancia
La Dirección General de Consumo del Gobierno de Aragón promovía por entonces la educación del consumidor desde la infancia como herramienta clave para formar ciudadanos críticos y responsables. Se ofrecieron materiales didácticos a centros docentes y se propusieron actividades vinculadas a la vida cotidiana del alumnado, como estos talleres que conectaban economía, historia y ciudadanía.
Hoy, esta pieza gráfica forma parte de ese momento de tránsito, donde una sociedad entera se preparaba para adoptar una nueva forma de entender el valor. Antes del símbolo €, antes de que el euro existiera en nuestros bolsillos, el diseño fue también una forma de anticiparlo, de hacerlo tangible, de plantear preguntas.
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