El desafío
Diez años después de haber establecido la identidad visual original de Crisis, revista aragonesa de crítica cultural, me enfrenté al reto de reimaginar su diseño. El objetivo: actualizar la publicación manteniendo su esencia como espacio abierto, plural y riguroso para el pensamiento crítico, mientras se resolvía una necesidad práctica fundamental: la sostenibilidad del proyecto.
La solución
Desarrollé un sistema editorial claro, racional y ágil de implementar, que responde tanto a necesidades estéticas como funcionales.
Tipografía como protagonista
Recurrí a la Univers, tipografía de gran tradición moderna, cuyo peso gráfico permite establecer jerarquías contundentes sin ornamentos superfluos. La letra no solo transmite contenido, sino que construye imagen: títulos que se expanden hasta el límite funcional, creando ritmo visual sin abandonar la economía de medios.
Estructura y equilibrio
La retícula, de estructura discreta pero firme, permite una convivencia natural entre textos extensos, ilustraciones y pequeños recursos gráficos. Se recuperan elementos como citas destacadas y entradas lexicográficas, que recuerdan el carácter fundacional de la palabra en la crítica cultural.
Portada conceptual
La portada marca un punto de inflexión simbólico. Realicé una “A” tridimensional, construida a partir de fragmentos de texto, que se convierte en un artefacto tipográfico animado por una llave de cuerda. La imagen representa el discurso que se activa, que se pone en marcha, que cobra vida. La “A” es símbolo de texto, de cultura y conocimiento; es la primera letra del abecedario y también la más usada en español. Una letra que inaugura, que convoca, que piensa. Como la crítica que propone la revista, es forma y acción.
Detalles con significado
En el interior, también realicé algunas ilustraciones —como la reinterpretación del “Ceci n’est pas une pipe” de Magritte— que establecen un diálogo irónico con la tradición filosófica y visual. Son pequeños gestos integrados en la narrativa de la revista que prolongan la reflexión más allá del texto y refuerzan su dimensión simbólica.
El resultado
Crisis nº 21 no es solo un rediseño. Es una crítica a su propio recorrido, una revisión de su lenguaje visual y una reafirmación de su papel en el presente. Esta nueva etapa se inaugura con un número especialmente significativo —el del décimo aniversario de la revista— que reúne voces destacadas como Soledad Puértolas, Eloy Fernández Clemente o Teresa Galeote. En ese contexto, el diseño no es un simple envoltorio, sino parte activa del discurso: acompaña, ordena y da ritmo a una publicación que piensa y se piensa.
El nuevo diseño no busca “modernizar” en términos de tendencia, sino establecer una lógica visual propia: más legible, más flexible, más coherente con su contenido. Aquí, el diseño no es ornamento, sino herramienta: silenciosa, respetuosa, eficaz. Es una arquitectura que piensa, al servicio de una revista que piensa.
En un contexto como el de Crisis —una revista cultural independiente— el diseño encuentra su valor en la coherencia, en una modestia bien entendida y en el respeto absoluto por los contenidos. El resultado es un sistema que entiende perfectamente el tipo de cultura que está vehiculando y representa una forma de hacer cultura con pocos medios y mucha inteligencia.
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