
Cuellar Automoción, concesionario oficial de SsangYong (ahora KG Mobility) y Opel en Zaragoza, además de taller multimarca y establecimiento de vehículos garantizados de segunda mano, necesitaba renovar su imagen tras más de 50 años de trayectoria.
El principal reto era la ambigüedad de la marca: en Zaragoza, “Cuellar” evocaba el Paseo de Cuéllar —una avenida que toma su nombre de una localidad segoviana— aunque el negocio no se ubica en esa zona. Al tratarse de un apellido común, la marca resultaba genérica y carente de elementos diferenciadores en un sector altamente competitivo.
Nos enfrentábamos a una identidad sin narrativa visual, sin capacidad para comunicar su experiencia ni su posicionamiento como concesionario oficial y taller especializado.


La estrategia: acotar y clarificar, con el objetivo de dotar a la marca de un sistema visual que conectara de inmediato con el sector automovilístico, fuera reconocible en múltiples contextos, transmitiera solidez, experiencia y confianza, y sirviera como base para su crecimiento y comunicación futura
La historia de la señalización vial comienza en 1920, cuando June McCarroll, médica y pionera, decidió pintar a mano una línea blanca en medio de una carretera californiana para evitar accidentes. Ese gesto tan simple como visionario cambió la seguridad vial para siempre.
Un siglo después, Cuellar Automoción rinde tributo a aquella idea adoptándola como base de su identidad visual. La doble "ll" convertida en carretera no es solo un recurso gráfico: es una metáfora visual que sitúa la marca en su contexto de forma directa y memorable. Una línea que guía, separa, organiza… y comunica. Así como la línea central divide carriles y aporta orden, en Cuellar se convierte en el símbolo de un recorrido, de una empresa que lleva cinco décadas acompañando trayectos y transmitiendo confianza a quienes la eligen. Una solución visual mínima, pero cargada de sentido, que transforma lo cotidiano en identidad.
La identidad se construyó a partir de una estética clara y funcional, con una tipografía geométrica que aporta solidez y una paleta cromática que evoca directamente la señalética vial: negro, blanco y amarillo, alto contraste y máxima visibilidad.
La metáfora de la carretera se extendió al conjunto de elementos visuales, desde el logotipo principal hasta sus versiones compactas y conmemorativas. El sistema resultante se aplicó de forma coherente en todos los puntos de contacto de la marca: rotulación, señalética, uniformes, papelería, materiales promocionales y presencia digital.
Más allá de lo gráfico, el diseño se convirtió en una herramienta de organización, visibilidad y confianza.






La nueva identidad transformó a Cuellar Automoción en una marca visualmente coherente y memorable, capaz de comunicar su historia y valores con claridad. El rediseño estableció una conexión emocional a través de una metáfora simple pero poderosa, vinculando directamente la marca a la experiencia de conducir.
Una identidad que da sentido a la misión, propósito y valores de la marca, preparándola no solo para reposicionarse en su sector, sino para afrontar un cambio de ciclo y de era. Un discurso y storytelling que sientan las bases para crecer y consolidarse como una marca marca clara, contemporánea y con ambición.

Este proyecto demuestra que la simplificación no es reducción, sino un ejercicio de síntesis. Encontrar el gesto justo —como una doble "l" que se convierte en carretera— puede redefinir por completo la percepción de una marca.
La doble línea funciona como ancla simbólica y estructural, recordando que lo esencial no necesita ser complejo. Marca y carretera se funden en una imagen indivisible, transformando algo tan cotidiano como el asfalto en una extensión natural de la identidad Cuellar.
La nueva identidad es robusta, funcional y preparada para perdurar. Un buen diseño no solo da forma a una marca, sino que cambia la forma en que se percibe el mundo en torno a ella. En este caso, une indisolublemente cada trayecto con la marca que lo acompaña. Porque en diseño, lo ingeniosamente simple suele ser extraordinariamente eficaz.

Cuellar Automoción, concesionario oficial de SsangYong (ahora KG Mobility) y Opel en Zaragoza, además de taller multimarca y establecimiento de vehículos garantizados de segunda mano, necesitaba renovar su imagen tras más de 50 años de trayectoria.
El principal reto era la ambigüedad de la marca: en Zaragoza, “Cuellar” evocaba el Paseo de Cuéllar —una avenida que toma su nombre de una localidad segoviana— aunque el negocio no se ubica en esa zona. Al tratarse de un apellido común, la marca resultaba genérica y carente de elementos diferenciadores en un sector altamente competitivo.
Nos enfrentábamos a una identidad sin narrativa visual, sin capacidad para comunicar su experiencia ni su posicionamiento como concesionario oficial y taller especializado.


La estrategia: acotar y clarificar, con el objetivo de dotar a la marca de un sistema visual que conectara de inmediato con el sector automovilístico, fuera reconocible en múltiples contextos, transmitiera solidez, experiencia y confianza, y sirviera como base para su crecimiento y comunicación futura
La historia de la señalización vial comienza en 1920, cuando June McCarroll, médica y pionera, decidió pintar a mano una línea blanca en medio de una carretera californiana para evitar accidentes. Ese gesto tan simple como visionario cambió la seguridad vial para siempre.
Un siglo después, Cuellar Automoción rinde tributo a aquella idea adoptándola como base de su identidad visual. La doble "ll" convertida en carretera no es solo un recurso gráfico: es una metáfora visual que sitúa la marca en su contexto de forma directa y memorable. Una línea que guía, separa, organiza… y comunica. Así como la línea central divide carriles y aporta orden, en Cuellar se convierte en el símbolo de un recorrido, de una empresa que lleva cinco décadas acompañando trayectos y transmitiendo confianza a quienes la eligen. Una solución visual mínima, pero cargada de sentido, que transforma lo cotidiano en identidad.
La identidad se construyó a partir de una estética clara y funcional, con una tipografía geométrica que aporta solidez y una paleta cromática que evoca directamente la señalética vial: negro, blanco y amarillo, alto contraste y máxima visibilidad.
La metáfora de la carretera se extendió al conjunto de elementos visuales, desde el logotipo principal hasta sus versiones compactas y conmemorativas. El sistema resultante se aplicó de forma coherente en todos los puntos de contacto de la marca: rotulación, señalética, uniformes, papelería, materiales promocionales y presencia digital.
Más allá de lo gráfico, el diseño se convirtió en una herramienta de organización, visibilidad y confianza.






La nueva identidad transformó a Cuellar Automoción en una marca visualmente coherente y memorable, capaz de comunicar su historia y valores con claridad. El rediseño estableció una conexión emocional a través de una metáfora simple pero poderosa, vinculando directamente la marca a la experiencia de conducir.
Una identidad que da sentido a la misión, propósito y valores de la marca, preparándola no solo para reposicionarse en su sector, sino para afrontar un cambio de ciclo y de era. Un discurso y storytelling que sientan las bases para crecer y consolidarse como una marca marca clara, contemporánea y con ambición.

Este proyecto demuestra que la simplificación no es reducción, sino un ejercicio de síntesis. Encontrar el gesto justo —como una doble "l" que se convierte en carretera— puede redefinir por completo la percepción de una marca.
La doble línea funciona como ancla simbólica y estructural, recordando que lo esencial no necesita ser complejo. Marca y carretera se funden en una imagen indivisible, transformando algo tan cotidiano como el asfalto en una extensión natural de la identidad Cuellar.
La nueva identidad es robusta, funcional y preparada para perdurar. Un buen diseño no solo da forma a una marca, sino que cambia la forma en que se percibe el mundo en torno a ella. En este caso, une indisolublemente cada trayecto con la marca que lo acompaña. Porque en diseño, lo ingeniosamente simple suele ser extraordinariamente eficaz.
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