
Diseñar un cartel para promocionar el ciclo de conciertos de primavera de una joven orquesta de cámara, con un presupuesto muy ajustado, y con el objetivo de diferenciarse de la estética habitual en los eventos de música clásica. El diseño debía transmitir cercanía, ilusión y vocación divulgativa, sin perder el rigor ni la elegancia que exige el género. Además, debía captar la atención de públicos diversos, incluyendo personas no familiarizadas con el repertorio clásico.


Se propuso una imagen visualmente sencilla pero conceptualmente poderosa: una nota musical negra emergiendo de un nido, como si se tratara de un huevo a punto de eclosionar, de pasar a tener vida propia. Esta metáfora comunica, de forma inmediata, el nacimiento de algo nuevo, cuidado y lleno de vida. Un diseño que rompe completamente con los clichés visuales de la música clásica mientras mantiene la elegancia, presentando la música como algo accesible, natural y contemporáneo.
La imagen principal del cartel articula una metáfora visual clara y elocuente: una nota musical que descansa en un nido, como si fuera un huevo a punto de eclosionar. Esa fusión entre música y naturaleza sugiere el nacimiento de una orquesta, aún frágil, pero cargada de energía latente, mimo e ilusión.
La elección de un lenguaje visual contemporáneo —tipografía actual, composición sintética y uso del blanco como espacio de respiro— refuerza esa voluntad de presentar la música clásica desde un lugar más accesible y cercano, sin renunciar por ello al rigor. La propuesta consigue comunicar, con un solo gesto visual, tanto el contenido como el enfoque del proyecto: una música que nace desde el cuidado, que se ofrece al público como algo vivo y renovador, y que encuentra en esta imagen una forma cálida y directa de presentarse al mundo.

Este diseño ayudó a dotar de personalidad al ciclo desde su primera edición, posicionando a la Orquesta de Cámara Actur Filarmonía como una propuesta fresca dentro del panorama local. La imagen gráfica funcionó como declaración de intenciones: una orquesta que cuida lo que hace, que quiere crecer, y que cree que la música clásica también puede comunicarse desde la sencillez y la emoción.
A nivel comunicativo, el cartel sirvió no solo como soporte promocional sino como elemento identitario de un proyecto emergente. Aportó visibilidad, coherencia gráfica e impacto, todo ello con una inversión mínima y una ejecución cuidada.
Como anécdota personal, este encargo tuvo también un valor especial: me lo propuso quien fue mi profesor de dibujo cuando tenía 14 años —José Antonio Marcén—. Treinta y dos años después, el diseño volvió a unirnos en un nuevo contexto, cerrando un ciclo y abriendo otro.

Diseñar un cartel para promocionar el ciclo de conciertos de primavera de una joven orquesta de cámara, con un presupuesto muy ajustado, y con el objetivo de diferenciarse de la estética habitual en los eventos de música clásica. El diseño debía transmitir cercanía, ilusión y vocación divulgativa, sin perder el rigor ni la elegancia que exige el género. Además, debía captar la atención de públicos diversos, incluyendo personas no familiarizadas con el repertorio clásico.


Se propuso una imagen visualmente sencilla pero conceptualmente poderosa: una nota musical negra emergiendo de un nido, como si se tratara de un huevo a punto de eclosionar, de pasar a tener vida propia. Esta metáfora comunica, de forma inmediata, el nacimiento de algo nuevo, cuidado y lleno de vida. Un diseño que rompe completamente con los clichés visuales de la música clásica mientras mantiene la elegancia, presentando la música como algo accesible, natural y contemporáneo.
La imagen principal del cartel articula una metáfora visual clara y elocuente: una nota musical que descansa en un nido, como si fuera un huevo a punto de eclosionar. Esa fusión entre música y naturaleza sugiere el nacimiento de una orquesta, aún frágil, pero cargada de energía latente, mimo e ilusión.
La elección de un lenguaje visual contemporáneo —tipografía actual, composición sintética y uso del blanco como espacio de respiro— refuerza esa voluntad de presentar la música clásica desde un lugar más accesible y cercano, sin renunciar por ello al rigor. La propuesta consigue comunicar, con un solo gesto visual, tanto el contenido como el enfoque del proyecto: una música que nace desde el cuidado, que se ofrece al público como algo vivo y renovador, y que encuentra en esta imagen una forma cálida y directa de presentarse al mundo.

Este diseño ayudó a dotar de personalidad al ciclo desde su primera edición, posicionando a la Orquesta de Cámara Actur Filarmonía como una propuesta fresca dentro del panorama local. La imagen gráfica funcionó como declaración de intenciones: una orquesta que cuida lo que hace, que quiere crecer, y que cree que la música clásica también puede comunicarse desde la sencillez y la emoción.
A nivel comunicativo, el cartel sirvió no solo como soporte promocional sino como elemento identitario de un proyecto emergente. Aportó visibilidad, coherencia gráfica e impacto, todo ello con una inversión mínima y una ejecución cuidada.
Como anécdota personal, este encargo tuvo también un valor especial: me lo propuso quien fue mi profesor de dibujo cuando tenía 14 años —José Antonio Marcén—. Treinta y dos años después, el diseño volvió a unirnos en un nuevo contexto, cerrando un ciclo y abriendo otro.
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