Resulta difícil hablar sobre uno mismo, o sobre lo que hago, pero aunque esto de escribir no sea lo mío, creo que es importante para explicar qué hago o que puedo llegar a hacer de una manera honesta. Echando atrás la vista, me doy cuenta de lo que ha supuesto el azar y la disposición de acontecimientos en mi vida que me han condicionado por completo.
Nací en 1975 en Zaragoza, en una humilde casa. Una casa aparentemente más modesta que la de cualquier amigo o compañero del colegio.
Ser pobre y tener problemas económicos, te hace aprender rápidamente lo que es importante y lo que no. A tener el rigor moral para buscar lo que de verdad importa, lo esencial y lo básico para que las cosas funcionen en el día a día y dejar de lado todo lo accesorio. A que todo lo que no es importante, el ornamento o el lujo, sobra.
De niño ayudaba a mi madre a limpiar la escalera de casa, y recuerdo la sensación de darme cuenta de lo bien pensado que estaban la fregona y la escoba. La anchura de la escoba, perfecta para de una pasada abarcar todo el escalón. Ni muy ancha para que fuese poco manejable, ni muy estrecha que obligaría a dar varias pasadas. Mentalmente por mi cabeza pasaba algo así como “Que bien pensado está esto. Hay una persona detrás que ha pensado esto”. Mucho más adelante, descubrí que la fregona era un invento español, de Manuel Jalón, y lo extraordinario de ese diseño, pero eso es otra historia de la que os hablaré en otra ocasión. Al final todo tiene conexión.
Recuerdo estar obsesionado con todo tipo de objetos. Tener la sensación de que cada uno, cumplía una función para hacer la vida más fácil, y tener que descubrir que tipo de secreto guardaba y como funcionaba cada cosa. De crío he desmontado y vuelto a montar, todo lo que ha caído en mis manos, con una voracidad insaciable, hasta tal punto que me escondían las herramientas en mi casa para que me estuviese quieto. Recuerdo por ejemplo un exprimidor maravilloso. Era un Braun MPZ 2 Citromatic. No sabía nada sobre Gabriel Lluelles, ni de Dieter Rams o sus diez principios de buen diseño. Tampoco estaba interesado en los zumos, pero lo recuerdo como una revelación. Como si estuviese viendo el monolito de 2001: Una odisea del espacio. Un objeto imponente, estático y de una sencillez impactante. Sin ningún tipo de concesiones estéticas. El volumen era puro, con materiales y superficies fáciles de limpiar. Todo perfectamente proporcionado para un uso sin esfuerzo. Con materiales de calidad (las versiones actuales son algo peores). Había una conexión honesta entre su forma y su uso. Era la esencia del buen diseño. De un vistazo, sabías exactamente qué era y cómo usarlo. Todo perfectamente jerarquizado y medido hasta el más mínimo detalle. Hoy me sigue pareciendo tan maravilloso como entonces, y 54 años después de su diseño, se sigue fabricando prácticamente igual.
Volvamos a los inicios. Con el tiempo descubrí que ese sencillo edificio donde nací, cada día me parecía más y más interesante, y que sus supuestas debilidades, cada día que pasaba, se convirtieron en fortalezas. Descubrí que era uno de los primeros edificios racionalistas de toda Europa, del arquitecto Regino Borobio, creador junto a otros arquitectos del GATEPAC, (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), sucesor de las corrientes más innovadoras de la Bauhaus, o arquitectos como Walter Gropius, Ludwig Mies van der Rohe, Le Corbusier, Alvar Aalto, Eero Saarinen, Gio Ponti, Oscar Niemeyer… Esta corriente buscaba una arquitectura fundamentada en la razón, las líneas sencillas y funcionales, basadas en formas geométricas simples, al tiempo que renunciaba a la ornamentación y otorgaba una gran importancia al diseño sencillo y funcional.
Sobre mi, decir que soy un completo ignorante en casi todo. No tengo ningún conocimiento sobre nada en especial. Soy un inculto total, y me esfuerzo en serlo cada día más. No me interesa nada, y todo se me da realmente mal. Reivindico tener una “ignorancia estratégica”. Eso me lleva a cuestionarme todo y a hacer preguntas sobre todo, hasta de las cosas que se dan por hecho o las cosas más insignificantes. Eso me hace estar siempre en un punto de vista distinto y pensar diferente de quien me hace un encargo.
Bueno, salvo tal vez las matemáticas. Se me da muy bien resolver problemas, y buscar soluciones alternativas a cuestiones concretas, y hasta de una manera impertinente, re-cuestionar los supuestos problemas planteados, para generar nuevos posibles problemas. Tal vez eso me llevó a participar representando a España, en las Olimpiadas Matemáticas con 17 años.
Recuerdo en mi instituto, ganarme la vida, dibujando planos técnicos para el resto de alumnos. Más de 30 años después, sigo dibujando planos técnicos, y si, son planos técnicos de objetos para su producción.
Con 17 años, un grupo de amigos y yo, montamos un grupo de música. Éramos malísimos, pero creo que aprendí muchísimo a nivel personal. La música es algo sin lo que no entendería buena parte de mi juventud, y como le ocurre al diseñador Tom Dixon.
Aprendí entre otras muchas cosas a implicarme con más personas, a desarrollar ideas que antes había que poner en común… Dicho de otra manera, a colaborar y a delegar, algo de lo que en varias ocasiones me han acusado de no saber hacer, y creo que no es cierto. Me encanta colaborar con personas que estén implicadas y que creen en lo que hacen. De hecho me muero de ganas con colaborar con unas cuantas de ellas. Al final creo que es sencillo. Si crees en lo que haces, es fácil colaborar en desarrollar lo que sea.
Como has podido deducir por algún nombre que he citado, por esa época me interesaba sobre todo el diseño industrial, la arquitectura, y en mucha menor medida el diseño gráfico, así que decidí tratar de ser maquetista para proyectos de diseñares industrial, para lo que estudié lo mismo que Otl Aicher. Creo que es el único diseñador gráfico que admiro.
Volvamos y terminemos con el método.
Tus experiencias previas te dan perspectiva, pero no te dan respuestas. Repetir los procedimientos pasados es la mejor forma de equivocarse. Ningún problema es igual a otro, y las preguntas y respuestas tienen que ser en cada caso diferentes. Y aunque he hablado antes de lo que he llamado “ignorancia estratégica”, hay métodos y sistemas, como el método TRIZ o Teoría para Resolver Problemas de Inventiva desarrollado por el ingeniero ruso Genrich Altshuller, quien comenzó a trabajar en él analizando miles de patentes para identificar patrones comunes en la resolución de problemas innovadores a través de principios universales.
Al final, si dedicas más tiempo a encontrar y definir las preguntas correctas, la solución es sencilla, y ahí termina el trabajo. En la solución honesta, que cumple un propósito y una función. Porque sin concepto, no hay ética, y sin ética, no hay estética. Una estética simple, funcional y universal que ayude a solucionar problemas de las personas.
*Y no soy lo que no soy
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